Durante el transcurso de los años hemos visto el avance en muchos aspectos sociales, sin embargo, existe un factor muy difícil de ignorar, ya que constituye una pieza fundamental en el sostén de estos avances: La educación.
En tiempos pasados hemos conocido personajes que dedicaron gran parte de su vida (sino toda) al estudio de fenómenos que habrían causado en ellos una motivación para echar a andar el gran carruaje de la innovación. Estos nos han facilitado herramientas y han abierto el camino para lo que hoy en día podamos disfrutar de lo que se considera "normal", como un teléfono móvil, por ejemplo.
Curiosamente, el sistema educativo es un factor social al cual le han negado su avance. El escenario de hace 50 años es el mismo que hoy vemos en un aula de clases. Personas tratadas como números a las que se les inyecta una cantidad de información para que en unos años funcionen como máquinas que hagan abultar cuentas bancarias de grandes empresas y Estados.
Sabemos que cada persona es única, las habilidades que tiene una seguramente no son las mismas que tiene otra, pero este sistema ha estandarizado exigencias: Todos deben rendir por igual. Quien se destaca en las matemáticas es considerado superior a quien se destaca en pintura y técnicamente es proyectado a un mejor futuro.
Algunos sistemas educativos de la actualidad han evaluado la eficacia del modelo tradicional y han constatado por medio de estadísticas que la educación no puede ser un proceso inducido sino que, por el contrario, debe proporcionar el entorno adecuado en el cual un niño pueda desarrollar lo que innatamente son sus habilidades y fortalezas. Debe brindar herramientas óptimas que le permitan profundizar en lo que naturalmente ya está en él. El viejo paradigma de las escuelas industrializadas está absoleto y es tiempo de cambiar.
"Todos somos genios, pero si le pides a un pez que trepe a un árbol pasará su vida sintiéndose estúpido"
(Albert Einstein)